Todos nacemos haciéndonos viejos, releñes.
Recuerdo que hace poco me regalaron una rebeca. No, no me sentí viejo por eso —bueno, un poco sí—. Me sentí viejo porque estaba cómodo con ella
.
Los fallos tontos los cometemos todos. Hay días más afortunados que otros.
Por cierto, si a alguien se le ocurre decir eso de que la vejez es un estado del ánimo, le espero fuera para pegarle con mi presbicia y mi colesterol alto.