Ayer vino mi hijo, el músico, de visita. Tan representante de su generación, tan apresurado, en su coche tan conectado con su teléfono y sus auriculares blue tooth para cuando se baja del coche, con su costumbre de tener el teléfono en la mano cuando habla contigo y consultar simultáneamente a san Gúgul todo tema que se trate en la conversación para estar inspirado por los ciber-cielos. Tan ingenuo él... y le mostré mi programa, con sus barritas bailarinas, todo orgulloso de mí mismo.
"¡Por dios, Papá, Qué cosa más antigua! ¡Nadie escucha mp3 ya! Mira, yo tengo una cuenta en Spotify, que me permite..." y se lanzó a una vertiginosa descripción de las maravillas de tener las orejas enganchadas a la nube.
No sé muy bien si deprimirme o compadecerlos...
Saludos